Después de un largo y agotador desfile, me dirigía hacia mi camerino, en el que había un gran paisaje al fondo, luciendo un precioso vestido de unos colores cálidos.
Al entrar, por el cansancio me senté en una silla de madera frente a un espejo en el que por sorpresa apareció un pintor y ¿a que no sabéis quién era? pues era ¡Leonardo da Vinci! Quién de repente sacó el lienzo y la paleta con colores y me empezó a retratar. Por la sorpresa que me dio, no sabía si sonreír o impresionarme aún más, a si que puse una sonrisa enigmática y así se quedó.
Zulema (Aula de La Colilla)