Estaba la bella dama pensando que iba a hacer con el dinero de la herencia de su abuela. Caminando de vuelta a casa, se tropezó. Un señor fue a recogerla. Aquel hombre era un pintor no muy famoso. Él, al verla tan bonita, la pidió suplicando poder pintarla, porque era muy hermosa. La joven aceptó, era una manera de invertir su dinero. Se dirigieron a su casa y le ofreció un café, y se sentaron en el porche a hablar de lo ocurrido con su abuela. La señorita, para no llorar, intentó sonreír, entonces, Leonardo la dijo que se quedase así, que iba a empezar a pintarla. Cuando acabó el cuadro vio lo bonito que lo había quedado, y para no perderle subió el precio. La dama no tenía suficiente dinero, así que se quedó sin el cuadro. Pero al cabo de un tiempo se volvieron a ver. Ella era una modelo con mucho dinero y le pidió que si podría venderla el cuadro. A él se le ocurrió pintar otro cuadro y lo comento. Ella quería el suyo, pero él la convenció. Finalmente los dos vivieron felices con su cuadro.
Lidia (Aula de La Colilla)